¿Quiso PRD golpe de Estado en 2006?
A pesar de haber sido invitado cordialmente, el jefe de gobierno del DF, el perredista Marcelo Ebrard, desdeñó al ejército en la ceremonia para conmemorar el día de las fuerzas armadas.
Y a pesar de que tenía la obligación institucional de estar presente en ceremonias oficiales, la presidenta de la Cámara de Diputados, la perredista Ruth Zavaleta, ofendió al ejército al enviar al vicepresidente.
Los dos políticos perredistas cumplieron la consigna de López Obrador de no reconocer al presidente de la república ni a las instituciones, pero la enviaron mensajes negativos al ejército. El anfitrión del desayuno el 19 de febrero fue secretario de la Defensa Nacional, general Guillermo Galván Galván, no el presidente Calderón.
Por tanto, el PRD y sus espacios institucionales en el Congreso y en el gobierno capitalino desconocieron a las fuerzas armadas al hacer ostentosa su ausencia en una de las ceremonias cívicas más importantes del calendario político militar del país.
La ruptura del PRD lopezobradorista con el ejército es significativa en cuanto a sus interpretaciones. Cuando el PRI comenzó a perder gubernaturas, una de las preocupaciones más insistentes estaba en el papel de las fuerzas armadas: ¿aceptarían los jefes de zonas militares la jerarquía de un gobernador que no fuera del PRI? La respuesta no tardó en llegar: la alternancia partidista en los estados fue posible gracias al profesionalismo e institucionalidad del ejército. El ejército demostró que servía a la nación, no al PRI. Lo mismo ocurrió en el 2000 con Fox.
La decisión del ejército de reconocer a Felipe Calderón como presidente constitucional estuvo relacionada con el dictamen final de las instituciones electorales. En este contexto, el desaire del PRD lopezobradorista el 19 de febrero no fue para Calderón sino para las fuerzas armadas, sin duda la institución clave en el proceso accidentado de democratización del país.
Lo grave para Ebrard y Zavaleta es que han dejado sentada su decisión de no respetar las instituciones. Lo peor de todo es que los dos podrían haber hecho el esfuerzo de atender a la institucionalidad, pero ambos están dominados por las pasiones del caudillo López Obrador. Los dos tienen la prohibición de López Obrador de aparecer en algún acto público junto al presidente Calderón.
Sin embargo, ello ha llevado a situaciones absurdas. Por ejemplo, la diputada Zavaleta desdeñó la invitación del ejército para el desayuno del pasado 19 de febrero, pero paradójicamente su firma apareció junto a la del presidente Calderón en el decreto oficial de la reforma electoral publicado en el Diario Oficial de la Federación. Es decir, al permitir su firma junto a la Calderón, Zavaleta ya reconoció la jerarquía institucional del presidente de la república.
El que ha perdido todo sentido de razón es Ebrard. Aliado a López Obrador y sabedor de que su cargo actual y los futuros dependen de la voluntad del Caudillo, Ebrard ha comenzado a crear un espacio separatista en el DF. Ya mandó el mensaje de que le incomodan las dependencias federales en su ciudad. Y también ha avisado que no habrá ningún reconocimiento federal.
La ofensa al ejército no es menor. Pero deja datos que confirmarían la tentación que tuvo López Obrador en el 2006 de empujar al ejército al desconocimiento de Calderón como presidente de la república. Es decir, que López Obrador habría avalado un eventual golpe de Estado del ejército contra la autoridad civil bajo el argumento de que Calderón no había ganado las elecciones. Obvio es decir que López Obrador fue repudiado dentro del ejército por sus intenciones de provocar una severa crisis constitucional.
La crisis es grave. El gobierno del DF y la Cámara de Diputados rompieron el ejército mexicano. No se trató sólo de una ausencia estratégica a título personal perredista porque ambos fueron invitados en función de sus cargos. Más bien fue la decisión de Ebrard y Zavaleta de no reconocer al ejército como institución por la relación de éste con el presidente de la república. Se trató del peor acto de negación de la democracia, pero involucrando a dos instituciones vitales para el país porque el ejército tiene instalaciones en el DF y se rige por la autoridad del jefe de gobierno, pero resulta que éste desconoce al ejército como institución republicana.
La peor parte la tiene la diputada Ruth Zavaleta. Ella fue designada presidenta de la cámara por la mayoría de los legisladores de todos los partidos. Su cargo, pues, lleva la representatividad de una de las dos cámaras del poder legislativo y de los 500 legisladores, no del PRD. Por tanto, la ausencia de Zavaleta en el Día del Ejército fue un desdén de la Cámara y no del PRD. En la práctica, Zavaleta puso el interés de su partido por encima del poder legislativo. Es decir, ella actuó como perredista, no como legisladora.
Ebrard y Zavaleta pueden obedecer las consignas de su Caudillo, pero tienen prohibido utilizar instituciones de la república en conductas de renegados de la democracia. La mitad del DF no votó por Ebrard y Zavaleta es una de 500 legisladores. Los dos pueden asumir conductas políticas personales, pero están obligados a respetar las leyes que juraron defender o renunciar a sus cargos y pasar a la lucha renegada con López Obrador.
Por Carlos Ramírez
Post RLB. Punto Politico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario