Los secretos de Slim, el hombre más rico del mundo
Carlos Slim es el Sr. Monopolio de México.
En México, es difícil pasar un día sin ponerle dinero en su bolsillo. El magnate de 67 años controla más de 200 empresas –dijo haber “perdido la cuenta”– en los sectores de telecomunicaciones, tabacalero, construcción, minería, bicicletas, refrescos, líneas aéreas, hoteles, ferrocarriles, bancos e impresión.
En total, sus empresas representan más de un tercio del valor total del principal índice bursátil de México, en tanto que su fortuna equivale a 7% de la producción económica anual del país (en su máximo nivel, la fortuna de John D. Rockefeller, el magnate estadounidense equivalía a 2.5% del producto interno bruto de Estados Unidos).
Como lo señala, en broma, un restaurante de la Ciudad de México en su menú: “este restaurante es el único negocio de México que no es propiedad de Carlos Slim”.
Durante los dos últimos años, la fortuna de Slim ha sido la de más rápido crecimiento en el mundo, aumentando más de 20,000 millones de dólares, para llegar a cerca de 60,000 millones hoy.
Si bien el valor de mercado de sus acciones en las empresas que cotizan en la bolsa podría bajar en cualquier momento, en la actualidad tal vez sea más rico que Bill Gates, a quien la revista Forbes estimó que tenía una fortuna valuada en 56,000 millones de dólares en marzo pasado. Esta podría ser la primera vez que una persona de un país en vías de desarrollo ocupe el primer lugar de la lista, desde que Forbes empezó a analizar a los ricos fuera de Estados Unidos en la década de 1990.
“No es una competencia”, dijo Slim en una entrevista reciente, jugueteando con un puro cubano sin encender en una oficina en un segundo piso, decorada con pinturas paisajistas mexicanas.
Al ser un hombre modesto que viste corbatas de sus propias tiendas, el magnate dijo no sentirse más rico sólo por serlo en el papel.
¿Cómo ascendió el hijo mexicano de unos inmigrantes libaneses a tales alturas?
Creando monopolios, de manera muy similar a lo que hizo John D. Rockefeller cuando desarrolló un dominio completo de la refinación del petróleo en la era industrial.
En el mundo post-industrial, Slim ejerce un dominio completo en la telefonía mexicana. Teléfonos de México, de su propiedad, así como su afiliada en telefonía celular Telcel, poseen 92% de las líneas fijas y 73% de los celulares, respectivamente.
Como lo hizo Rockefeller antes que él, Slim ha acumulado tanto poder que ahora se le considera intocable en su tierra natal, ya que representa una fuerza tan grande como el Estado mismo.
El corpulento Slim es un compendio de contradicciones. Dijo que le gusta la competencia en los negocios, pero la bloquea de manera sistemática. Le gusta hablar de tecnología, pero no usa una computadora y prefiere el papel y pluma. Ha sido anfitrión de Bill Clinton y hasta del escritor Gabriel García Marquez en su mansión de la Ciudad de México, pero es pueblerino en muchos sentidos y se dijo orgulloso de no poseer casas fuera de México. En un país de fanáticos del futbol, él prefiere el beisbol. Es aficionado el equipo más rico de las ligas mayores, los Yankees de Nueva York.
Sus admiradores dicen que el implacable Slim, un insomne que se desvela leyendo historia y a quien gusta mucho de leer sobre Ghengis Khan y sus engañosas estrategias militares, personifica el potencial de México para convertirse en un tigre latinoamericano.
Su frugalidad en sus negocios y en su vida personal es un modelo de moderación en una región donde los ostentosos magnates empresariales de Latinoamérica construyen lujosas oficinas generales y vuelan a África para realizar excursiones cinegéticas.
No obstante, para los críticos, el ascenso de Slim dice mucho sobre los problemas más profundos de México, incluyendo la brecha entre ricos y pobres. La clasificación más reciente de las Naciones Unidas coloca a México en el lugar 103 de 126 naciones, medidas con base en la igualdad. En los últimos dos años, Slim ha ganado unos 27 millones de dólares diarios, en tanto que una quinta parte del país percibe menos de 2 dólares al día.
“Es como ocurría en Estados Unidos, con los barones en la década de 1890. Slim es Rockefeller, Carnegie y J.P. Morgan unidos en una sola persona”, dijo David Martínez, un inversionista mexicano quien vive en Manhattan.
Durante mucho tiempo, los monopolios han sido una característica de la economía mexicana. Pero en el pasado, los políticos actuaban como freno de las grandes empresas para asegurarse que la clase empresarial no amenazara su poderío. Sin embargo, en la década de 1990, el control político se debilitó, al privatizarse gran parte de la economía y la lenta muerte del Partido Revolucionario Institucional, que retuvo el poder durante 71 años, hasta 2000.
“Es sorprendente cómo las grandes empresas han secuestrado al Estado mexicano. Eso es un riesgo para nuestra democracia y sofoca la economía”, dijo Eduardo Pérez Mota, jefe de la oficina antimonopolios del país.
Como el rostro de la nueva elite, Slim representa un gran desafío para Felipe Calderón, el joven presidente del país.
Calderón debe decidir si trata de controlar a Slim, a pesar de que el magnate es el patrón y contribuyente privado más importante del país. El Congreso descarta de manera automática legislaciones que amenazan sus intereses, y sus firmas representan una gran parte de los ingresos en publicidad de la nación, lo que hace que los medios se nieguen a criticarlo.
Durante los últimos meses, Calderón ha tratado de llegar a un acuerdo tras bambalinas con Slim. En una serie de reuniones personales, de las que, por primera vez, se han dado a conocer los detalles, el presidente ha tratado de convencer a Slim de aceptar una mayor competencia, de acuerdo con personas familiarizadas con las pláticas.
El gobierno tienen una carta importante: Slim no puede ofrecer videos en su red de telecomunicaciones, que es un gran mercado potencial, sin la aprobación del gobierno.
Pero incluso algunos miembros del equipo de Calderón dicen en privado que las pláticas a puerta cerrada están a favor de Slim, al permitirle burlar a los reguladores del país, subrayando con ello la debilidad de las instituciones democráticas de México.
A menos que Calderón sea capaz de lograr grandes concesiones del magnate, dicen, podría convertirse en alguien aún más poderoso para poder controlarlo en el futuro.
Por su parte, Slim dijo que sus empresas están “en contacto constante” con los organismos reguladores, pero desechó la noción de una negociación secreta.
Al ser un hombre extrovertido, que fácilmente puede pasar por un tío consentidor, pero susceptible también de perder los estribos, Slim rechaza la etiqueta de monopolista. “Me gusta la competencia. Necesitamos más competencia”, dijo, tomando una Coca-Cola de dieta. Recalcó que muchas de sus empresas operan en mercados competitivos y dijo que México representa apenas un tercio de las ventas de su empresa de telefonía celular América Móvil, que tiene clientes desde San Francisco hasta São Paulo.
Durante su larga carrera, ha empleado una estrategia: comprar empresas baratas, hacer que se recuperen y eliminar de manera despiadada a sus competidores.
Luego de asumir el control de Telmex en 1990, de inmediato monopolizó al mercado de los cables de cobre usados por Telmex en las líneas telefónicas. Adquirió uno de los dos principales proveedores y se aseguró de que Telmex no comprara nada al otro gran proveedor, con lo que obligó a sus propietarios a terminar por venderle la empresa.
El control que ejerce sobre el sistema telefónico de México ha retrasado el desarrollo de la nación. Si bien desde hace mucho tiempo los teléfonos han sido algo común en las casas de muchos países, sólo cerca de 20% de las casas mexicanas lo tienen. Apenas 4% de los mexicanos tiene acceso a internet de banda ancha. Los consumidores y las empresas mexicanas también pagan precios superiores al promedio en sus llamadas telefónicas, de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.
Slim acepta que muchas industrias de México están dominadas por grandes empresas. Pero no ve ningún problema en ello, en tanto ofrezcan buenos servicios y buenos precios. “Si una cerveza cuesta un peso en México y en Estados Unidos cuesta dos, entonces no veo el problema”, dijo.
A pesar de las innumerables evidencias durante muchos años en el sentido que demuestran que sus empresas cobran precios elevados, Slim de inmediato rechaza de plano esa idea. Durante una entrevista, ordenó a un asistente que fuera por su recibo telefónico. “¿Ve? Cobramos 14 dólares mensuales por la renta telefónica básica, más barato que en Estados Unidos”, dijo, tomando asiento junto al reportero.
Quizá sea verdad, pero los cargos adicionales en México hacen que la mayoría de lo recibos telefónicos sean más caros que en Estados Unidos. El mes pasado, el total del recibo en la propia casa de Slim fue de exorbitantes 470 dólares. “Tengo muchos empleados y mis hijos hablan mucho”, explicó.
Slim dijo que su éxito radica en detectar pronto las oportunidades, algo que aprendió, en parte, al leer al escritor futurista Alvin Toffler, quien escribió el best-seller Future Shock en la década de 1970, y quien envía al magnate algunos manuscritos para su revisión. Después de tomar una copia muy gastada del libro más reciente de Toffler, Revolutionary Wealth, Slim lo hojea y muestra orgulloso sus comentarios en los márgenes. “Algunos de sus datos estaban atrasados”, dijo.
Toffler dijo haber conocido a Slim en un viaje a México en 1993. Éste se le acercó luego de un discurso, rodeado por su familia y portando uno de los libros de Toffler, subrayado en forma excesiva. Desde entonces han sido buenos amigos. “Si uno no supiera que es el hombre más rico del mundo, pensaría que es un hombre agradable e inteligente”, dijo Toffler.
Al ser el quinto de seis hijos, Slim nació rico. Su padre, Julián Slim, hizo su fortuna en una tienda del centro de la Ciudad de México llamada “La Estrella de Oriente”. Su padre falleció cuando Slim tenía apenas 13 años.
Desde temprana edad, Slim mostró una aptitud para los números que le ayudaría en su carrera. Enseñó álgebra en la mayor universidad pública del país mientras terminaba su tesis, llamada “Aplicaciones de la teoría lineal en ingeniería civil”. Su amor por los números también lo llevó al béisbol, su pasatiempo de toda la vida. “En el béisbol. . . los números hablan”, escribió alguna vez. Aún hoy, disfruta discutiendo sobre béisbol, diciendo al reportero que Barry Bonds debe ser más recordado por su promedio de bases por bolas que por sus jonrones.
Después de la universidad, Slim y algunos amigos se volvieron corredores en el incipiente mercado bursátil nacional. Haciendo transacciones de día y jugando dominó por las noches, su camarilla se conoció como “Los casabolseros”. A pesar de su éxito, sus amigos dicen que Slim, menos amigo de fiestas y más reservado que el resto, deseaba más manejar empresas que hacer transacciones en la bolsa.
“Nunca le gustó tanto el dinero como al resto de nosotros. Sólo quería ser un buen empresario”, dijo Enrique Trigueros, uno de los Casabolseros.
Slim tuvo muy pronto su oportunidad. Después de lograr la recuperación de una refresquera y una firma impresora a finales de la década de 1960 y mediados de la de 1970, hizo su primer gran movimiento en 1981, al adquirir un gran número de acciones de la segunda mayor tabacalera de México, Cigatam, fabricante de la marca Marlboro en México. Esta empresa le generó el efectivo que necesitaba para hacer un gran número de adquisiciones.
Un buen momento para comprar sobrevino en 1982, año que daría forma al destino de Slim. Ese año, el precio del petróleo, a la baja, lanzó a México en un tobogán. Cuando el presidente saliente José López Portillo nacionalizó la banca mexicana, la elite empresarial tradicional temió que el país se volviera socialista y buscó la salida.
Algunas empresas se vendían en 5% de su valor contable. Slim compró docenas de firmas líderes a precios de remate, una decisión que le redituó beneficios cuando la economía se recuperó, en los años siguientes. Compró Seguros de México, la mayor aseguradora del país, por 44 millones de dólares. En la actualidad, esta empresa vale al menos 2,500 millones.
“Los países no quiebran”, dijo un imperturbable Slim a sus amigos en ese tiempo.
Cierto, siempre dijo que la inspiración para invertir durante la crisis la obtuvo de su padre, quien compró las acciones de la tienda de abarrotes a su socio durante los peores días de la Revolución Mexicana de 1910-1917. Esa decisión le redituó una fortuna a su padre, cuando terminó la lucha armada.
Slim aún detecta buenos activos. De 2002 a 2004, se hizo de 13% de las acciones de MCI, la firma de telecomunicaciones en bancarrota, para más tarde venderlas a Verizon Communications en 1,300 millones de dólares.
“Nunca ha pagado de más por algo”, dijo Héctor Aguilar Camín, historiador y amigo suyo. Cuando ambos estaban de vacaciones en Venecia, Slim alguna vez regateó por horas con el dueño para obtener un descuento de 10 dólares en la compra de una corbata.
A pesar de todas sus habilidades, muchos creen que su mayor oportunidad fue la llegada al poder de Carlos Salinas de Gortari en 1988, un tecnócrata quien estudió en Harvard y que deseaba fervientemente modernizar el país. Ambos se hicieron amigos a mediados de la década de 1980, y Salinas alguna vez dijo que Slim era el empresario joven más brillante del país. Los dirigentes políticos denominaron a la pareja “Carlos y Charlies”, por el nombre de una popular cadena de restaurantes del país.
En el sexenio salinista, se vendieron cientos de empresas del gobierno, entre ellas Telmex en 1990. Slim, junto con Southwestern Bell y France Telecom, ganó la licitación a uno de sus mejores amigos, Roberto Hernández, dueño de Banamex y quien se había asociado a GTE.
Hernández más tarde dio a entender que la licitación estuvo amañada, algo que Slim y Salinas han negado por mucho tiempo. Sin importar si hubo favoritismo en la venta de Telmex, el proceso de privatización creó una nueva clase de súper-ricos en México. En 1991, el país tenía dos multimillonarios en la lista de Forbes. Para 1994, a finales del sexenio salinista, ya había 24. El más acaudalado era Slim.
En retrospectiva, es fácil ver por qué Slim y Hernández consideraban a Telmex un premio por el que valía la pena perder la amistad.
A pesar de que países como Brasil y Estados Unidos dividieron los monopolios estatales en varias firmas en competencia, México vendió su monopolio intacto, evitando toda competencia durante los primeros seis años. En tanto que países como Estados Unidos evitaron al principio que las incipientes empresas de telecomunicaciones ofrecieran servicios de larga distancia y de telefonía celular en su misma área, Telmex pudo ofrecer los tres servicios a la vez, y en todo el país.
De hecho, la empresa obtuvo la única concesión de telefonía celular a nivel nacional, mientras que sus rivales tuvieron que conformarse con concesiones regionales.
Cuando se permitió la competencia en la telefonía de larga distancia, las empresas de telecomunicaciones extranjeras estuvieron limitadas a un número reducido de acciones del negocio de telefonía de línea fija. México ni siquiera se molestó en crear un organismo regulador de la telefonía sino hasta tres años después de la venta.
Dan Crawford fue uno de los que se enfrentó a Slim y perdió. En 1995, el ejecutivo oriundo de California se convirtió en director operativo de Avantel, empresa de telefonía de larga distancia parcialmente propiedad de MCI y del banco de Hernández, el entrañable amigo de Slim.
Avantel invirtió casi mil millones de dólares para construir una nueva red, pero muy pronto tuvo problemas para conectarse a la red de Telmex, lo que le era necesario para completar las llamadas hacia y desde los clientes de Telmex. Los ejecutivos de Telmex se limitaron a ignorar las llamadas telefónicas o a faltar a las reuniones para llegar a un acuerdo, recuerda Crawford.
Cuando Telmex conectó las llamadas casi un año después, el precio era tan alto que Avantel pagaba a la empresa de Slim 70 centavos por cada dólar que ganaba, de acuerdo con Crawford.
Cuando Avantel demandó a Telmex por prácticas monopólicas, la empresa respondió solicitando al juez que emitiera una orden de aprehensión contra el principal abogado de Avantel en México, Luis Mancera, por cargos inventados, dijo Crawford. Slim confirma la historia, pero dijo que un abogado de Telmex actuó de manera imprudente, y se retiró el proceso judicial. Mancera no quiso comentar.
“Slim es muy agresivo”, dijo Crawford, quien hace poco se retiró de MCI.
Avantel dejó de pagar sus deudas en 2001, gran parte de las cuales absorbió Slim, que más tarde las vendió con ganancia. Avantel fue vendida hace poco a otra firma mexicana en 485 millones de dólares: en una fracción de lo que invirtió en México.
Por su parte, Slim dijo que Avantel y otras empresas se enfocaron de manera equivocada en el mercado de larga distancia, que iba a la baja, en lugar del celular, que crecía.
Tampoco ha sido sencillo enfrentarse a Slim en el mercado celular.
En 2004, Telefónica de España empezó a vender equipos de telefonía celular con pérdida, para hacerse de una participación en el mercado. Pero muy pronto se percató que decenas de miles de sus teléfonos eran comprados, pero nunca usados. De acuerdo con un caso real en la dependencia antimonopolios de México, Telefónica dijo que los distribuidores de Telcel compraban los teléfonos para mantenerlos fuera del mercado, en algunos casos cambiando el microcircuito por el suyo y revendiendo el aparato.
Cuando se le preguntó sobre tal práctica, Slim dijo: “Podría ser. Nos pasa a todos. Si algo cuesta 100 dólares y alguien lo vende en 50 ó 20, alguien va a comprarlo”. Su vocero y yerno, Arturo Elías, dijo que los distribuidores actuaron sin el conocimiento de Telcel.
Durante años, han fracasado en gran parte los intentos por regular a las empresas de Slim. En la década de 1990, Cofetel, el organismo regulador de la telefonía en México, era tan débil, que los rivales de Telmex la denominaron “Cofetelmex”. Cuando el regulador trató de actuar, los abogados de Slim lo bloquearon en los complicados tribunales del país.
El jefe de Telmex también tenía amigos en lugares encumbrados. Vicente Fox, el primer presidente de oposición de México, cuando ganó en 2000, designó a un ex empleado de Telmex, Pedro Cerisola, como su secretario de comunicaciones y transportes. Durante sus funciones, rara vez Cerisola actuó contra Telmex, dijeron los ejecutivos de empresas telefónicas rivales. Cerisola no quiso hacer comentarios.
Usando dinero de su imperio telefónico, Slim se ha expandido en mercados de América Latina, así como en nuevas industrias en México.
Su empresa de telefonía celular, América Móvil, tiene 124 millones de clientes y opera en varios países de la región. En México se ha concentrado en sectores que dependen de contratos gubernamentales. Su nueva constructora, Impulsora del Desarrollo y el Empleo en América Latina o Ideal, actualmente licita para manejar algunas de las autopistas más importantes de México. Hace poco, su nueva empresa de servicios petroleros construyó la mayor plataforma petrolera del país.
Algunos de los líderes empresariales de México dicen en privado que Slim se ha vuelto demasiado ambicioso. El fallecimiento de su esposa, Soumaya, por una enfermedad renal en 1999, lo dejó sin ancla, dijo Trigueros, amigo de Slim de sus días de corredor bursátil. “Era una mujer especial, del tipo que mantiene a raya a un hombre. Ahora sólo piensa en los negocios”, dijo.
Ahora, el imperio de Slim es tan vasto que hacer negocios aquí sin él puede ser difícil.
Hace dos años, Hutchison Port Holdings y el ferrocarril estadounidense Union Pacific se unieron para licitar por la construcción de un puerto y un ferrocarril en Baja California, con valor de 6,000 millones de dólares, para competir con el puerto de Long Beach. Pero Slim pensó que el proyecto había sido arreglado por debajo de la mesa y se opuso a que el mayor proyecto constructor del país fuera a parar a manos extranjeras. Por eso, comentó sus sentimientos al gobernador de Baja California y el proyecto se estancó.
Desde entonces, Slim ha trabajado para crear un consorcio rival, que incluye a la empresa ferrocarrilera mexicana Grupo México y a los ferrocarriles estadounidenses Burlington-Northern. Dijo que su oferta potencial es una mejor opción para el país, ya que el ferrocarril correrá a lo largo del norte de México y ayudará a fomentar su desarrollo. Union Pacific y Hutchison declinaron comentar.
Hace poco, Slim ha dedicado más dinero a la filantropía, pero con frecuencia ha dicho que su legado más importante es su familia.
En 2000, pocos años después de una cirugía de corazón, puso a sus hijos y yernos a cargo de sus negocios. También inició una agrupación “Padres e Hijos”, que invita a varios multimillonarios de Latinoamérica y a sus herederos a reuniones anuales, donde degustan finos vinos y asisten a seminarios sobre cómo dirigir una empresa familiar.
No existe un sucesor obvio al imperio del patriarca. Eso da a algunos funcionarios mexicanos la esperanza de que algún día el Estado pueda regular sus empresas. Como dijo un funcionario de alto rango: “Cuando muera Slim, por fin podremos poner en orden a sus hijos”.
por David Luhnow Dow Jones Newswires
Traducido por Luis Cedillo
Editado por Juan Carlos Jolly
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Post RLB Punto Politico.
noviembre 18, 2007
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