abril 09, 2008

Octavio Paz en el Palacio Legislativo de Siracusa

Octavio Paz en el Palacio Legislativo de Siracusa o
el Muro de Berlín de la Cámara de Diputados
Los intelectuales y el poder,
una pasión desdichada

A la memoria de José Revueltas
I
Como ensayista político, Octavio Paz fue una piedra en el zapato de todos: de los intelectuales, de los gobiernos priístas, del PRI, de los medios, de la academia, de la izquierda y hasta de la derecha. Sin embargo, Paz sufrió la incomprensión de la república de las letras porque su función asumió, siempre, la de la crítica al poder, al stablishment, en un ambiente de cultura política dominado por la ideología del Estado priísta en el que --Mario Vargas Llosa dixit-- el Estado ideal de la “dictadura perfecta” se sustentaba en la posibilidad de incluir en los espacios del Estado a la disidencia intelectual más radical.

Por eso se explica la decisión de diputados de la comisión de cultura de la cámara de diputados de negar la incorporación del nombre de Octavio Paz en el muro del Palacio Legislativo, hoy convertido en el Muro de Berlín del sistema político priísta administrado por el gobierno panista. De haber vivido, Paz hubiera visto esta posibilidad con honor pero con distancia, y la negativa sin duda que le hubiera provocado malos humores. Pero al final de cuentas Paz habría de ser, a lo largo de si vida al servicio de la crítica, una víctima propiciatoria del Estado cultural reforzado por André Malraux en la Francia de la posguerra, sin duda excluyente desde la condena a Sócrates y cerrado desde Dionisio II en la Siracusa de Platón, ese Estado cultural ideológico mexicano que ha impedido la transición a la democracia.

La política, el poder, el Estado, el sistema, el stablishment fueron, para Paz, la Siracusa del fracaso de Platón y el reinado del príncipe Dionisio II. En su Carta VII, Platón razona su fracaso: había sido invitado en tres ocasiones a Siracusa, en Sicilia, para ayudar en la educación política de Dionisio II. El propósito de Platón fue el de aplicar en la realidad sus tesis del Rey Filósofo, es decir, el gobernante que tuviera las virtudes de la filosofía en la gobernación de la realidad y sus contradicciones. En tres ocasiones fracasó. En una de ellas, cuentan, Platón fue vendido como esclavo por Dionisio II y hubo de pasar vicisitudes varias para recuperar la libertad.

El fracaso de Platón en Siracusa ha sido establecido como símbolo de la relación frustrada entre la inteligencia y el poder, entre el intelectual y el príncipe, entre el escritor y el Estado. Y esa relación fue, siempre, una obsesión para Paz desde que en 1950, a la edad de 36 años y luego de haber sido militante del apoyo a la república española en la guerra civil, salió en defensa de los escritores apabullados por el estalinismo soviético. Era la época de oro de Papá Stalin.

Los tiempos de la idealización del modelo soviético. Pero también los primeros indicios de que el Estado comunista soviético sólo iba a sobrevivir por medio de la represión. En 1950 eran pocos --y malditos y maldecidos-- los escritores que se atrevían a criticar la represión en la URSS, como hasta la fecha ocurre con la brutal represión a la libertad de crítica en Cuba.

La actualidad de Paz tiene varias pistas y una larga trayectoria de coherencia intelectual: su renuncia a la embajada de México en la India en 1968 por la represión en Tlatelolco, la ruptura en 1972 con Carlos Fuentes y Fernando Benítez por su acercamiento a Luís Echeverría, la entrevista con Julio Scherer en diciembre de 1977 para criticar a los intelectuales sumados al poder, la caída del Muro de Berlín a finales de 1989, la recepción del premio Nóbel de literatura en 1990, la polémica con Nexos por el fin del imperio soviético, su muerte en 1998 y la negativa en 2008 de la comisión de cultura de la cámara de diputados para colocar su nombre en letras de oro en el muro del Palacio Legislativo.

II
Como el Cid Campeador, Octavio Paz sigue ganando batallas después de muerto. Su figura se parece a esa anécdota mítica de un Rodrigo Díaz de Vivar fallecido pero amarrado a un caballo que salió al campo de batalla para seguir derrotando a los enemigos. La negativa a incorporar el nombre de Paz en el muro de la Cámara tiene el significado de la negativa del sistema político priísta, ahora con la complicidad del PRD y la pasividad del PAN, a democratizarse.
Ahí es donde Paz es esa piedra en el zapato de los priístas que perdieron la presidencia pero siguen ostentando el poder y de los intelectuales que ven con desdén una polémica que los involucra porque son rehenes de la cultura política priísta como el aparato de dominación ideológica del priísmo.

La clave para entender el pensamiento político de Paz se localiza no en el partido ni en los sistemas políticos cerrados sino en el Estado. Para el poeta y ensayista, el origen de los males se localizaba en el Estado como el Leviatán dominante de las relaciones sociales, políticas y productivas. Paz llegó a esa conclusión al analizar a México desde la óptica del conflicto en los países socialistas. Paz era confesadamente socialista, había leído profundamente a Marx, Engels y Lenin y conocía el problema de la libertad en la Unión Soviética de Stalin. En 1950 había apoyado las denuncias de David Rousset sobre los campos de concentración soviéticos para disidentes políticos. Desde entonces, Paz enlazó una larga temporada de crítica contra el socialismo autoritario y ahí encontró en el Estado el huevo de la serpiente de las dictaduras ideológicas de izquierda.

La etapa crítica de Paz tiene dos vertientes: de un lado, la confrontación de ideas con grupos, sistemas y realidades; de otro, la conformación de un pensamiento político liberal de largo plazo. A la larga, la transición mexicana le deba a Paz su papel fundamental en la crítica al poder y al Estado, algo que los propios personeros del sistema político y del Estado no olvidan en la República de Siracusa del Palacio Legislativo. Lamentablemente el ambiente intelectual mexicano era poco proclive al debate de las ideas y del pensamiento y se agotaba en las batallas de corto plazo en las trincheras de los ataques y descalificaciones. Aún así, fueron memorables las polémicas de Paz con grupos e intelectuales aunque, por el tono de los ataques en su contra, poco útiles para las mismas ideas.

La simiente de la crítica de Paz al sistema político priísta se localiza, obviamente, en su ensayo Posdata, escrito en 1969 al calor de su renuncia a la embajada de México en la India y publicado en 1970 como el primer gran ensayo del debate ideológico contra el sistema político priísta. Paz representaba quizá la última gran figura intelectual que la estructura diplomática aprovechaba en su beneficio. La carta de renuncia de Paz no fue sólo de distancia del Estado y del sistema, sino de ruptura, de posicionamiento. Por su importancia la transcribo a continuación:

Anoche, por la BBC de Londres me enteré de que la violencia había estallado de nuevo (en México). La prensa india de hoy confirma y amplía la noticia de la radio: las fuerzas armadas dispararon contra la multitud, compuesta en su mayoría por estudiantes. El resultado: más de veinticinco muertos, varios centenares de heridos y un millar de personas en la cárcel.

No describiré a usted mi ánimo. Me imagino que es el de la mayoría de los mexicanos: tristeza y cólera. Desde hace veinticuatro años pertenezco al Servicio Exterior de México. He sido canciller, secretario de Embajada, Consejero, Ministro y Embajador. No siempre, como es natural, he estado de acuerdo con todos los aspectos de la política gubernamental pero esos desacuerdos nunca fueron tan graves o tan agudos para obligarme a un examen de conciencia (...)

Es verdad que el país ha progresado. Sobre todo en su sector desarrollado, constituido tal vez por más de la mitad de la población; también lo es que la clase obrera ha participado, aunque no en la medida deseable y justa, en ese progreso y que ha surgido una nueva clase media. Pero este adelanto económico no se ha traducido en lo que, me parece, debería haber sido su lógica consecuencia: la participación más directa, amplia y efectiva del pueblo en la vida política.

Concibo esa participación como un diálogo plural entre el gobierno y los diversos grupos populares. Es un diálogo que, de antemano, acepta la crítica, la divergencia y la oposición. Pienso no solo en el proceso electoral y en otras formas tradicionales y predominantemente políticas, tales como la pluralidad de partidos.
Todo esto es importante pero no les menos que ese diálogo se manifieste, diariamente, a través de los medios de información y discusión: prensa, radio, televisión. Ahora bien, sea por culpa del Estado o de los grandes intereses económicos que se han apoderado en nuestro país de esos medios, el diálogo ha desaparecido casi por completo de nuestra vida pública.

Basta leer a la prensa diaria y semanal de México en estos días para sentir rubor: en ningún país con instituciones democráticas puede encontrarse ese elogio casi totalmente unánime al Gobierno y esa condenación también unánime a sus críticos. No sé si estos últimos tengan razón en todo; estoy cierto de que no tienen acceso a los medios de información y discusión. Esta es, a mi juicio, una de las causas, tal vez la más importante, de los desórdenes de estos días (...)

Ante los acontecimientos últimos, he tenido que preguntarme si podía seguir sirviendo con lealtad y sin reservas mentales al Gobierno. Mi respuesta es la petición que le hago llegar: le ruego que se sirva ponerme a disponibilidad, tal como lo señala la Ley del Servicio Exterior Mexicano.
Procuraré evitar toda declaración pública mientras permanezca en territorio indio. No quisiera decir aquí, en donde he representado a mi país por más de seis años, lo que no tendré empacho en decir en México: no estoy de acuerdo en lo absoluto con los métodos empleados para resolver (en realidad: reprimir) las demandas y problemas que ha planteado nuestra juventud

Se trató, pues, de una carta de indignación, de repudio, de calificación, pero también de compromiso y militancia porque llevó a Paz a su primera y única experiencia de participación en la política activa: la Comisión Nacional de Auscultación y Organización para fundar un nuevo y verdadero partido de izquierda. La experiencia fue fallida, Paz se alejó y Heberto Castillo derivó en el Partido Mexicano de los Trabajadores.
El uso de la palabra reprimir en la carta de renuncia indignó a Díaz Ordaz. Pero a partir de esa toma de posición, Paz entró en una de las etapas más importantes de su vida creativa: la distancia del Estado, ese príncipe moderno que ya no se encarnaba en un ciudadano de carne y hueso y superaba al príncipe gramsciano que representaba el Partido. No: el Estado como el Leviatán dominante, opresor de la sociedad, fin en sí mismo
.
En este contexto, las estaciones críticas de Paz con el sistema político mexicano pudieran agruparse en seis, cada una de ella definitorias de la madurez continuada de su pensamiento político.
1.- Paz y el Estado: la democracia y el desarrollo. Posdata. 1970 y El ogro filantrópico de 1978.
2.- Paz y los intelectuales de Estado: 1972-1977, de Carlos Fuentes a Carlos Monsiváis, los dos afiliados a su manera el Estado.
3.- Paz y la izquierda socialista. Centroamérica, Nicaragua, El Salvador. 1984. Cuba y Nicaragua delinearon su crítica al socialismo estatista autoritario.
4.- Paz y el PRI: 1985. Zaid y el fin del PRI.
5.- Paz y el PRD como el partido de izquierda. 1988 y 1994.
6.- Paz y el socialismo soviético. Polémica con Nexos alrededor del Estado, de Carlos Salinas y de la caída del Muro de Berlín y de la Unión Soviética 1990-1992.

El contexto de localización del pensamiento crítico y polémico de Paz no es fácil de asentar en un espacio fijo: la evolución dialéctica del sistema político priísta pero más allá de calificativos o de evaluaciones. El espacio crítico de Paz era el Estado, el PRI y la izquierda, los tres hijos del mismo venero político e histórico: la revolución mexicana. Lo significativo del asunto era que Paz conocía ese proceso social en el seno mismo del hogar: por línea paterna su abuelo combatió al lado de Juárez y su padre al lado de Zapata.
La relación de Paz con la izquierda fue de desencuentros. Los caminos eran diferentes: la izquierda quería la democratización a partir del mismo Estado autoritario priísta, en tanto que Paz pugnaba por la democracia a partir de la desarticulación del Estado político y de una más activa sociedad política e intelectual. Por eso la izquierda intelectual prefirió el camino trillado de la lucha desde dentro o desde la periferia del Estado, en tanto que Paz emprendió su combate contra el Estado. Lo que dejó como semilla en Posdata con su crítica a la pirámide se transformó en línea de pensamiento de largo alcance. El desmoronamiento del Estado soviético le dio la razón, pero es la hora en que la izquierda mexicana anda tratando de evolucionar el sistema político hacia la democracia pero con la consolidación del Estado autoritario.

III

¿Era Paz sólo un crítico del poder? No. Fue más allá. Representó una propuesta de transición hacia una democracia liberal. Paz siempre se definió como socialista. Pero exigía que el socialismo en el poder pasara por la prueba de la democracia electoral. Paz apoyó en 1983 la propuesta de Enrique Krauze de una democracia sin adjetivos --a partir de la transición española-- pero el mismo tenía sus propias ideas. En su análisis de las elecciones de 1994, Paz estableció los cinco puntos de su propuesta de sistema democrático, un texto poco citado pero que presenta a un Paz que delineaba su propuesta de transición a la democracia.

La primera es contar con un poder legislativo independiente, que realice las mismas funciones de crítica política frente al poder presidencial que cumplen los parlamentos de las naciones democráticas, tanto en los Estados Unidos como en las naciones europeas. Si queremos limitar al presidencialismo mexicano, debemos fortalecer la independencia del poder legislativo.
La segunda es la creación de un poder judicial fuerte, honesto, libre de tutelas y presiones, capaz de defender a los ciudadanos de los abusos de las autoridades. México ha sido un país en donde el poder es con frecuencia arbitrario: hay que someterlo a la ley.
La tercera es la separación definitiva e inequívoca entre el PRI y el Estado. Ese partido debe convertirse en un partido como los otros o desaparecer.

La cuarta es la renuncia expresa a la práctica presidencial de nombrara su sucesor. El candidato Zedillo declaró que renunciaría a ese antidemocrático privilegio pero el Presidente Zedillo debe confirmarlo solemnemente.
La quinta es la transformación de nuestro centralismo en un auténtico federalismo. Sólo podremos alcanzar la deseada alternancia en el poder si comenzamos por la periferia, por las regiones. Hacen falta, mucha falta, más gobernadores y más presidentes municipales de la oposición.

Las propuestas no eran fáciles para Paz, cuya función intelectual era la crítica. Por eso recordó en 1990, al recibir el Nóbel, su condición de intelectual alejado del poder:

Me sentí, literalmente, desalojado del presente.

Como un “desalojado del presente”, Paz ha tenido que lidiar batallas después de muerto. En 1990, al recibir el Nóbel en medio del desmoronamiento de la URSS, del fin de un ciclo histórico y de las posibilidades de uno nuevo, Paz dijo en el brindis:

Vivimos no sólo el fin de un siglo sino de un período histórico. ¿Qué nacerá del derrumbe de las ideologías? ¿Amanece una era de concordia universal y de libertad para todos o regresarán las idolatrías tribales y los fanatismos religiosos, con su cauda de discordias y tiranías? Las poderosas democracias que han conquistado la abundancia en la libertad ¿serán menos egoístas y más comprensivas con las naciones desposeídas? ¿Aprenderán éstas a desconfiar de los doctrinarios violentos que las han llevado al fracaso? Y en esa parte del mundo que es la mía, América Latina, y especialmente en México, mi patria: ¿alcanzaremos al fin la verdadera modernidad, que no es únicamente democracia política, prosperidad económica y justicia social sino reconciliación con nuestra tradición y con nosotros mismos? Imposible saberlo. El pasado reciente nos enseña que nadie tiene las llaves de la historia. El siglo se cierra con muchas interrogaciones.

Las dudas de Paz eran las mismas de la sociedad ante el fin histórico de la URSS. En su discurso de recepción del Nóbel, Paz afirmó:

Vivimos la crisis de las ideas y creencias básicas que han movido a los hombres desde hace más de dos siglos.

Paz hizo un razonamiento que por lo visto no fue entendido en México, un largo razonamiento filosófico y humano sobre el desafío histórico en ese año de 1990: desalojado del presente, Paz convocaba a la búsqueda del presente.
Más aún: la negativa de la cámara de diputados planteó un escenario similar al que enfrentó Platón en sus tres viajes a Siracusa para educar al rey Dionisio II. Platón fracasó y explica sus razones en su Carta VII. La intención del intelectual era la de preparar al gobernante para asumir la condición de Rey Filósofo.
El caso de Platón-Dionisio ha sido usado para establecer las relaciones de los intelectuales con el poder. Es lo que el ensayista Mark Lilla ha analizado en su libro Pensadores temerarios. Los intelectuales en la política, en donde incluye un epílogo provocador: “La seducción de Siracusa”: los intelectuales creen tener la fórmula para educar a los poderosos --en el término de la paideia griega, el objetivo del Rey Filósofo. Por tanto, las reflexiones o asesorías intelectuales a los Príncipes estarían en la lógica justamente de ayudar a los reyes a gobernar con virtud: los ensayos de Paz, por ejemplo, no sólo buscaron hacer una crítica de la realidad, sino convertirse en consejos para gobernar con sabiduría. El tirano debe ser la imagen del filósofo en el espejo, resume Lilla.

En su Carta VII establece Platón las funciones de los filósofos consejeros. El centro de su análisis radica en el papel del consejero y en el cumplimiento de su función. Señala que el buen consejero debe cambiarle el régimen de vida al individuo enfermo que lleva una dieta nociva. Por tanto, la función del consejero es obligar al gobernante a cambiar; si no, entonces está obligado a negarle más consejos. Platón considera “poco varonil” al consejero que siguiera trabajando para el gobernante que se niega a cambiar, que gobierna como dictador y que exige al consejero fortalecer sus excesos. La tarea del intelectual es la de forzar los cambios, pero sin provocar exilios, matanzas o corruptelas, pues Platón denuncia que Dionisio quiso convencerlo a justificar la dictadura y para ello usó honores y dinero. El deseo de Platón., y para ello comprometía su papel como consejero filósofo del rey, era que

…ni Sicilia ni ningún otro Estado viva esclavizado bajo el imperio de individuos despóticos, sino que viva bajo el imperio de las leyes.

Paz ha sido víctima del autoritarismo legislativo que ya preveía Platón en su Carta VII:

Todas (las ciudades actuales) en su conjunto tienen malos regímenes políticos, pues su sistema legislativo es prácticamente incorregible.

El Estado legislativo ha decidido ser no solamente antiintelectual sino algo peor: rencoroso con la crítica que en su tiempo lo desnudó. La negativa de la cámara demostró lo que seguramente los resabios del sistema priísta no querían: probar que el pensamiento político de Paz y sus ensayos de crítica política siguen siendo simplemente vigentes.

Por Carlos Ramírez
Post RLB Punto Politico.