En busca de su maltrecho legado histórico, el ex presidente Carlos Salinas ha decidido la confrontación y no el análisis. La devaluación de diciembre de 1994 y sus secuelas de colapso en 1995 ya estaban en el archivo y Salinas volvió a revivirlas para enredarse con sus propias justificaciones.
Si las devaluaciones tienen dos razones --una técnica y otra política--, la revisión de los archivos y de los testimonios inculpa a Salinas en ambas: Zedillo recibió una economía quebrada y con pocas reservas y Salinas complicó el cambio de gobierno cuando quiso imponerle a Zedillo varios secretarios de Estado para construir un maximato transexenal.
El problema con Pedro Aspe y la devaluación no fue por razones técnicas. Salinas quería que Zedillo mantuviera a Aspe en la Secretaría de Hacienda y a través de él seguir manipulando la economía. Aspe, cuidadoso en el juego de poder, le dijo a Zedillo que era importante su permanencia en Hacienda sólo por razones técnicas. Y para tranquilizar al presidente electo, Aspe dijo que le entregaría su renuncia firmada con la fecha en blanco.
Pero el de las perversiones transexenales fue Salinas. Asesinado Colosio, Zedillo era la única pieza de recambio. Ciertamente que era un Zedillo sumiso y leal, pero el poder transforma. La principal prioridad de Zedillo era mantener una distancia de Salinas para evitar las complicidades que sabía que se vendrían en 1995 por el asesinato de Colosio y las inculpaciones a Salinas. Por eso Zedillo no quería a salinistas a su lado. Y los pocos que se quedaron, tuvieron que pasar la prueba de las lealtades con el encarcelamiento de Raúl Salinas.
En el aspecto técnico, la devaluación era inevitable. El reporte del Banco de México que Aspe señala como dictamen divino está lleno de frases amañadas: "esta fuga de capitales no es sorprendente", dice Banxico en su reporte, y la acreditó a la crisis política de 1994. Pero del 23 de marzo a las primeras horas del primero de diciembre, salieron del país 18 mil 552 millones de dólares. Y Salinas le dejó a Zedillo menos de 12 mil millones, pero una crisis del tamaño de la República.
En una carta al The Wall Street Journal difundida en julio de 1995 para aclarar las versiones sobre la reunión del 20 de noviembre de 1994, Pedro Aspe aporta elementos técnicos para sostener la tesis de que la devaluación era evitable con maniobras políticas y mensajes mediáticos. Aspe sugirió que Zedillo reafirmara la vigencia del Pacto. Ello ocurrió y bajó la fuga. Pero los desequilibrios estructurales ahí quedaron, aunque Aspe --un economista capaz pero dominado por Salinas-- eludió reconocerlos. Para él, la dolarización era miedo a la crisis.
En un texto publicado en El Universal el 19 y 20 de marzo de 2002, Carlos Salinas --como siempre-- utiliza las manos del gato para sacar las castañas del fuego. Basado en un texto de su subsecretario de Hacienda, Francisco Gil Díaz, Salinas concluyó su tesis de la crisis: "el resentimiento de Zedillo contra Aspe y su negativa a ratificarlo como secretario de Hacienda en su gabinete". Sólo que Salinas no reconoce que le quiso poner a Zedillo todo su gabinete: Arsenio Farell en Gobernación; Aspe en Hacienda; Serra se quedaría en Comercio y Manuel Camacho en la negociación de Chiapas. Y Salinas mandando como el Plutarco Elías Calles.
La argumentación de Aspe de que sólo la ratificación del Pacto sería el antídoto contra la devaluación era política y técnicamente fallida. A la crítica sobre la herencia económica de Salinas, Aspe contestó con un chiste: "si dejamos la economía sostenida con alfileres, ¿para qué se los quitaron?". La fragilidad política heredada fue el detonador de la devaluación. Al arrancar el nuevo gobierno, se difundieron datos de un avance militar del EZLN que supuestamente Camacho ya había arreglado. Esas noticias provocaron nuevas fugas de capitales.
El control de Aspe sobre el tipo de cambio no era técnico, sino autoritario. Tenía una agenda de teléfonos para llamar a los grandes empresarios especuladores. Si notaban movimientos en compra de dólares, Aspe y sus colaborares amenazaban a los empresarios con decisiones de poder, incluyendo auditorías agresivas, y las compras se regresaban. Ello fue acumulando un desequilibrio estructural: la inflación en el sexenio de Salinas fue más de cuatro veces que la de Estados Unidos. Ahí se incubó la devaluación.
Salinas dejó un tipo de cambio atrapado en una red de intereses. Inventó la banda de flotación, pero tuvo que moverla a la alza generando mensajes de que las cosas estaban mal y se controlaban sólo por la vía del manotazo autoritario. Aspe en realidad no era confiable para Zedillo porque implicaba dejarle la política económica a Salinas y la complicidad con Salinas por el caso Colosio. Y de hecho, el modelo de banda cambiaria ya no operaba en diciembre.
Salinas quemó casi 20 mil millones de dólares para evitar la devaluación en la crisis de 1994 y prefirió heredar la decisión a Zedillo. Pero técnica y políticamente Salinas es el responsable del error de diciembre de 1994.
II
Si se revisan las cifras económicas de 1994, la conclusión es inevitable: la devaluación de diciembre de 1994 fue responsabilidad del gobierno de Carlos Salinas. De acuerdo con un modelo del destacado economista Rudiger Dornbusch, Salinas debió de haber devaluado en febrero de 1994.
Pero Salinas no conversaba con la realidad, sino que se tuteaba con la historia. Y para no pasar a la historia como el Echeverría que devaluó el peso ante un colapso político ingobernable, prefirió maniobrar los instrumentos de política económica para posponer la decisión. Su tabla de salvación era que Aspe se quedara en el gabinete de Zedillo con el cargo virtual de presidente económico de la República y dejara al Presidente de la República como modesto director de estudios de política económica.
De acuerdo con el modelo de Dornbusch, al comenzar 1994 el país enfrentaba las cuatro crisis más graves de una economía: persistente inflación, sobrevaluación del peso, déficit muy alto en la balanza de pagos y lento crecimiento económico. Un tipo de cambio barato alimentaba la especulación y una inflación alta impulsaba las compras en el exterior. Y si a ello se agrava el miedo a un país desmoronándose, entonces el tipo de cambio irreal fue la combustión especulativa de la devaluación.
El modelo de Dornbusch sobre la crisis mexicana de 1994 se encuentra en dos sitios internet: www.mexicomaxico.org/Voto/Crisis94.htm y www.e.u-tokyo.ac.jp/~toni/IntFin/mexico-s.pdf. Dornbusch, egresado del Tecnológico de Massachusetts y uno de los economistas norteamericanos que más y mejor conocía México, siempre alertó sobre la crisis devaluatoria, pero Aspe --de la misma universidad-- nunca aceptó los razonamientos. La realidad, sin embargo, le dio la razón a Dornbusch.
Las advertencias de Dornbusch no son las únicas que pueden utilizarse para destruir la versión política de Salinas de que la devaluación fue culpa de Jaime Serra y Ernesto Zedillo. El FMI reunió tres vertientes de la devaluación mexicana de 94: choques políticos internos y económicos externos, déficit en la cuenta corriente y sobrevaluación del peso y errores de política económica entre la política monetaria y la política cambiaria. Estas tres expresiones se dieron antes del 20 de diciembre.
Y el Banco Mundial, en un anexo de su reporte de 1995, culpa al déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, provocado por la creciente sobrevaluación del peso, llegó a niveles insostenibles en 1994. Asimismo, critica los Tesobonos de Salinas-Aspe y la inversión especulativa.
Los análisis que responsabilizan a Salinas de la devaluación de 94 son mayores. Está, por ejemplo, el artículo publicado por Lawrence Summers, subsecretario del Tesoro en 1994 y secretario del Tesoro del presidente Clinton, en The Economist a finales de 1995: "Summers en México: diez lecciones que aprender". Summers explicó su segunda lección: no es posible sostener políticas insostenibles. Y se refirió claramente a que "la combinación específica de la política monetaria y la política cambiaria no fue acertada". También señaló el dato de ocho por ciento del PIB en la cuenta corriente de la balanza de pagos. Y se refirió a los "bonos polizones", como los Tesobonos que inventaron Salinas y Aspe, como desquiciadores del equilibrio económico.
El punto clave de la crisis fue la sobrevaluación del peso, el porcentaje de diferencial inflacionario México-EU: 12% en 1992, 16% en 1993 y 10% en 1994. El dólar se convirtió en el producto más barato. Ello tenía que ver con el diferencial inflacionario de México con Estados Unidos: 3.8% promedio anual en EU y 16% en México. Este diferencial, en un escenario de apertura comercial, propició la dolarización. Y si a ello se añade un entorno crítico de miedo en donde el presidente Salinas perdió el control del país, el saldo no podía ser menor que la herencia de un país colapsado.
Las fallas, pues, fueron de Salinas. Lo escribió Rolando Cordera, ex izquierdista, promotor salinista, neo izquierdista y hoy lopezobradorista, en su texto "Viejos y nuevos paradigmas: el papel político de las ideas económicas en el cambio estructural 1982-1994", el largo periodo de los gobiernos de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas:
"El cambio estructural en México estuvo guiado, desde el principio, por una posición doctrinaria consistente con la ortodoxia económica, respondió claramente a ciertos intereses económicos nacionales y extranjeros, pero nunca se basó en un análisis objetivo ni de los aciertos y deficiencias de la estrategia de desarrollo anterior, ni mucho menos de las posibilidades reales de aplicación de la nueva estrategia a la realidad económica y social mexicana. Las insuficiencias del modelo son atribuibles a este vicio de origen y no a las reformas que falta para profundizar el cambio estructural".
De ahí que la paternidad de la crisis de 1994 y de la devaluación del 20 de diciembre tenga como responsable directo a la política económica de Carlos Salinas y a su decisión política de no devaluar en febrero para no manchar su historial político. El error de Zedillo fue aumentar las tasas de interés para evitar más fuga y, sobre todo, proteger a los bancos y no a los ciudadanos.
III
Y el último elemento que llevó al presidente Carlos Salinas en 1994 a posponer la devaluación como producto del desorden de su política económica fue la ambición de dirigir la Organización Mundial de Comercio.
Salinas tenía claro que su boleto para la OMC estaba justamente en la promoción de una apertura comercial rápida y benéfica para el extranjero y en una estabilidad forzada de las variables de la política económica. Salinas decidió buscar la dirección general de la OMC a finales de 1993 y anunció su decisión en junio de 1994. Por eso no podía devaluar el peso. Sería su gran derrota como economista neoliberal de nivel internacional.
Lo malo para Salinas fue la inutilidad de su estrategia: condenó al país a una devaluación caótica y el daño adicional del alza en las tasas de interés y retiró su candidatura a la OMC en marzo de 1995 por la aprehensión de su hermano Raúl por el asesinato de su ex cuñado José Francisco Ruiz Massieu.
La OMC iba a ser la coronación de la carrera de Salinas. Y si hoy critica severamente al Consenso de Washington, Salinas aplicó puntualmente los diez puntos de ese modelo de globalización neoliberal. Y lo que no quiere reconocer ahora --ni refiere por equivocación en su libro-- es que la OMC es parte estructural de la Santísima Trinidad del modelo neoliberal del Consenso de Washington: Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y OMC.
En una extraordinaria cronología puntual y minuciosa de 1994 de Manuel Aguirre Botello, en el sitio www.mexicomaxico.org/Voto/Crono94FP.htm, la historia de Salinas ante la crisis se cruza con su ambición de crear un maximato presidencial a través de Pedro Aspe y Arsenio Farell en el gabinete de Zedillo y el propio Salinas con el poder sobre el proyecto de liberalización comercial desde la dirección de la OMC. El 8 de junio de 1994 se filtró la información de que Salinas buscaba la OMC, el 18 de junio en Cartagena surgió la propuesta formal, el 9 de septiembre se tambaleó la nominación y el 12 de noviembre salió la propuesta formal de Estados Unidos.
La decisión de no devaluar ocurrió ese 12 de noviembre y no el 20. Hacia mediados de noviembre la situación del tipo de cambio era insostenible. El 20 de noviembre ocurrió la reunión en la casa de Salinas para resistir las presiones a la devaluación. Los argumentos de Aspe y Salinas, a posteriori, pueden ser convincentes. Pero el elemento secreto fue la ambición de Salinas de llegar a la dirección de la OMC aun pasando por la manipulación de la política económica. Salinas no le podía fallar al interés de EU de colocarlo en la OMC.
Por tanto, se siguen acumulando evidencias de que la responsabilidad de la devaluación de diciembre de 1994 fue de Salinas y que esa decisión no fue "el error de diciembre", sino el error de 1994. Para remachar la acreditación de cargas, un análisis del 2007 de la Fundación Rafael Preciado del PAN concluyó que Salinas cometió cuatro errores:
1.- Evitó la devaluación por cuestiones electorales.
2.- No negoció adecuadamente con el PRD.
3.- Eludió la devaluación para que el tratado de comercio libre fuera ratificado por el Congreso de EU.
4.- Y creyó que la inestabilidad económica de México era de corto plazo.
En "La crisis económica de 1994", estudio 273 de la Fundación del PAN, se recuerda que del 3 al 21 de noviembre, el periodo más duro de la especulación, el Banco de México perdió 3 mil 677 millones de dólares. Por tanto, los análisis de Salinas y de Aspe en la reunión del 20 de noviembre fueron manipulados para atenazar a Zedillo, cortarle margen de maniobra y chantajearlo con una devaluación en su nueva administración si no aceptaba ratificar a Aspe en Hacienda.
Los datos de la fuga de capitales en las tres primeras semanas de noviembre confirmaban las versiones de que la crisis de confianza era contra Salinas. Zedillo cometió a su vez dos errores: no pudo ofrecer confianza con su gabinete --presionado por el continuismo de Salinas-- y operó lentamente la devaluación.
Mañosamente, Salinas esconde datos que deben incluirse en el análisis de la devaluación. Dos fueron importantes: hacia finales del año, la Fed de Estados Unidos, el temible y dañino Alan Greenspan, aumentó las tasas de interés a lo largo del año de 3% a 5.5% y los capitales se fueron a EU; y el 19 de diciembre el EZLN movilizó tropas, ocupó posiciones nuevas. Ese día cayó 4.25% la bolsa, subieron los Cetes. Y al día siguiente se movió 15% la banda superior de la tasa cambiaria, pero sin mover las tasas de interés y subiendo los salarios. La economía se salió de control.
Agobiado por el peso de la historia, Salinas publicó un libro para vengarse de su sucesor, pero también para engañar a los lectores. La devaluación del 20 de diciembre de 1994 fue decidida y operada por Zedillo, pero sobre la herencia de Salinas de una economía quebrada. Salinas le dio más importancia a su ambición de dirigir la OMC que a manejar la política económica con responsabilidad. Y los mexicanos siguen pagando esos platos rotos.
IV
La crisis financiera de 1994-1995 tuvo, además de la responsabilidad de Carlos Salinas, la corresponsabilidad de Pedro Aspe como secretario de Hacienda. Aspe cometió el error de menospreciar el papel negativo de la cuenta corriente de la balanza de pagos y privatizó los bancos por intereses políticos y no de eficiencia.
En su libro El camino mexicano de la transformación económica, una especie de propuesta como precandidato presidencial en 1993, Aspe se enorgulleció de una propuesta novedosa dentro de la teoría económica: el fin del déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos como factor de crisis y su transformación en lo que llamó pomposamente el "nuevo mecanismo de transmisión".
Pero la crisis de 1994 fue detonada, entre otros factores, justamente por el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos. Así lo establecieron Shahid Javed Burki y Sebastian Edwards, el primero vicepresidente para América Latina y el Caribe del Banco Mundial y el segundo economista en jefe de esa vicepresidencia. En su estudio "Latin American after Mexico: quickening the pace", de junio de 1996, concluyeron:
"La principal razón de la crisis del peso mexicano (en 1994) fue el insostenible déficit en la cuenta corriente, financiada con ingresos de capitales de largo plazo".
Paradójicamente, para los autores el aumento en el déficit en la cuenta corriente fue producido por el "éxito" en las reformas mexicanas. El capital externo ayudó a financiar el boom económico del salinismo y en 1994 contribuyó a una expansión del gasto público, ante una caída del ahorro interno.
La estrategia de Aspe-Salinas era convertir al déficit en la cuenta corriente en el pivote del desarrollo. Por eso el saldo en ese déficit pasó de 5 mil 800 millones de dólares en 1989 a casi 30 mil millones de dólares en 1994. Esa escandalosa cifra tuvo que estallar en un sobrecalentamiento de la economía, en una presión inflacionaria y en la devaluación de diciembre de 1994.
En su libro de precampaña presidencial, Aspe estableció que en el pasado el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos era sinónimo de crisis: "era el resultado de una economía sobrecalentada e impulsada por un mayor gasto gubernamental y financiada con un endeudamiento externo cada vez mayor". A este esquema Aspe le llamó el "viejo mecanismo de transmisión".
Con orgullo, Aspe presentó en sociedad, en 1993, su "nuevo mecanismo de transmisión": "la secuencia va de mejores oportunidades para invertir --derivadas tanto de los cambios en las expectativas como de una mejoría real en las condiciones económicas "objetivas"-- hacia una mayor inversión privada financiada por la repatriación de capitales, flujos de inversión extranjera directa y complementada también con el ahorro interno adicional".
El esquema teórico estaba basado en suposiciones, muy al estilo de los economistas: "supongamos una realidad dada...". El análisis de los funcionarios del Banco Mundial reveló una caída del ahorro interno de 22% del PIB en 1989 a 12% durante el trienio 1992-94. Para Aspe, en su libro, la reforma económica y financiera salinista se reflejaría como factor de auge en la balanza de pagos y en los mercados financieros, pero en realidad fue al revés: el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos de 1994, de casi 30 mil millones de dólares, necesariamente llevaría al país a un colapso devaluatorio.
En este contexto, la argumentación de Salinas de que la devaluación se contendría con una reafirmación del pacto con los sectores productivos es una prueba más de su incapacidad económica. Y de paso, el papel detonador de una crisis devaluatoria de la cuenta corriente de la balanza de pagos echó por tierra el modelo teórico de Pedro Aspe del "nuevo mecanismo de transmisión". Y al final de cuentas, el déficit, la crisis y la devaluación de 1994 demostraron que la estructura económica de México siguió siendo la misma.
Por Carlos Ramírez
El problema con Pedro Aspe y la devaluación no fue por razones técnicas. Salinas quería que Zedillo mantuviera a Aspe en la Secretaría de Hacienda y a través de él seguir manipulando la economía. Aspe, cuidadoso en el juego de poder, le dijo a Zedillo que era importante su permanencia en Hacienda sólo por razones técnicas. Y para tranquilizar al presidente electo, Aspe dijo que le entregaría su renuncia firmada con la fecha en blanco.
Pero el de las perversiones transexenales fue Salinas. Asesinado Colosio, Zedillo era la única pieza de recambio. Ciertamente que era un Zedillo sumiso y leal, pero el poder transforma. La principal prioridad de Zedillo era mantener una distancia de Salinas para evitar las complicidades que sabía que se vendrían en 1995 por el asesinato de Colosio y las inculpaciones a Salinas. Por eso Zedillo no quería a salinistas a su lado. Y los pocos que se quedaron, tuvieron que pasar la prueba de las lealtades con el encarcelamiento de Raúl Salinas.
En el aspecto técnico, la devaluación era inevitable. El reporte del Banco de México que Aspe señala como dictamen divino está lleno de frases amañadas: "esta fuga de capitales no es sorprendente", dice Banxico en su reporte, y la acreditó a la crisis política de 1994. Pero del 23 de marzo a las primeras horas del primero de diciembre, salieron del país 18 mil 552 millones de dólares. Y Salinas le dejó a Zedillo menos de 12 mil millones, pero una crisis del tamaño de la República.
En una carta al The Wall Street Journal difundida en julio de 1995 para aclarar las versiones sobre la reunión del 20 de noviembre de 1994, Pedro Aspe aporta elementos técnicos para sostener la tesis de que la devaluación era evitable con maniobras políticas y mensajes mediáticos. Aspe sugirió que Zedillo reafirmara la vigencia del Pacto. Ello ocurrió y bajó la fuga. Pero los desequilibrios estructurales ahí quedaron, aunque Aspe --un economista capaz pero dominado por Salinas-- eludió reconocerlos. Para él, la dolarización era miedo a la crisis.
En un texto publicado en El Universal el 19 y 20 de marzo de 2002, Carlos Salinas --como siempre-- utiliza las manos del gato para sacar las castañas del fuego. Basado en un texto de su subsecretario de Hacienda, Francisco Gil Díaz, Salinas concluyó su tesis de la crisis: "el resentimiento de Zedillo contra Aspe y su negativa a ratificarlo como secretario de Hacienda en su gabinete". Sólo que Salinas no reconoce que le quiso poner a Zedillo todo su gabinete: Arsenio Farell en Gobernación; Aspe en Hacienda; Serra se quedaría en Comercio y Manuel Camacho en la negociación de Chiapas. Y Salinas mandando como el Plutarco Elías Calles.
La argumentación de Aspe de que sólo la ratificación del Pacto sería el antídoto contra la devaluación era política y técnicamente fallida. A la crítica sobre la herencia económica de Salinas, Aspe contestó con un chiste: "si dejamos la economía sostenida con alfileres, ¿para qué se los quitaron?". La fragilidad política heredada fue el detonador de la devaluación. Al arrancar el nuevo gobierno, se difundieron datos de un avance militar del EZLN que supuestamente Camacho ya había arreglado. Esas noticias provocaron nuevas fugas de capitales.
El control de Aspe sobre el tipo de cambio no era técnico, sino autoritario. Tenía una agenda de teléfonos para llamar a los grandes empresarios especuladores. Si notaban movimientos en compra de dólares, Aspe y sus colaborares amenazaban a los empresarios con decisiones de poder, incluyendo auditorías agresivas, y las compras se regresaban. Ello fue acumulando un desequilibrio estructural: la inflación en el sexenio de Salinas fue más de cuatro veces que la de Estados Unidos. Ahí se incubó la devaluación.
Salinas dejó un tipo de cambio atrapado en una red de intereses. Inventó la banda de flotación, pero tuvo que moverla a la alza generando mensajes de que las cosas estaban mal y se controlaban sólo por la vía del manotazo autoritario. Aspe en realidad no era confiable para Zedillo porque implicaba dejarle la política económica a Salinas y la complicidad con Salinas por el caso Colosio. Y de hecho, el modelo de banda cambiaria ya no operaba en diciembre.
Salinas quemó casi 20 mil millones de dólares para evitar la devaluación en la crisis de 1994 y prefirió heredar la decisión a Zedillo. Pero técnica y políticamente Salinas es el responsable del error de diciembre de 1994.
II
Si se revisan las cifras económicas de 1994, la conclusión es inevitable: la devaluación de diciembre de 1994 fue responsabilidad del gobierno de Carlos Salinas. De acuerdo con un modelo del destacado economista Rudiger Dornbusch, Salinas debió de haber devaluado en febrero de 1994.
Pero Salinas no conversaba con la realidad, sino que se tuteaba con la historia. Y para no pasar a la historia como el Echeverría que devaluó el peso ante un colapso político ingobernable, prefirió maniobrar los instrumentos de política económica para posponer la decisión. Su tabla de salvación era que Aspe se quedara en el gabinete de Zedillo con el cargo virtual de presidente económico de la República y dejara al Presidente de la República como modesto director de estudios de política económica.
De acuerdo con el modelo de Dornbusch, al comenzar 1994 el país enfrentaba las cuatro crisis más graves de una economía: persistente inflación, sobrevaluación del peso, déficit muy alto en la balanza de pagos y lento crecimiento económico. Un tipo de cambio barato alimentaba la especulación y una inflación alta impulsaba las compras en el exterior. Y si a ello se agrava el miedo a un país desmoronándose, entonces el tipo de cambio irreal fue la combustión especulativa de la devaluación.
El modelo de Dornbusch sobre la crisis mexicana de 1994 se encuentra en dos sitios internet: www.mexicomaxico.org/Voto/Crisis94.htm y www.e.u-tokyo.ac.jp/~toni/IntFin/mexico-s.pdf. Dornbusch, egresado del Tecnológico de Massachusetts y uno de los economistas norteamericanos que más y mejor conocía México, siempre alertó sobre la crisis devaluatoria, pero Aspe --de la misma universidad-- nunca aceptó los razonamientos. La realidad, sin embargo, le dio la razón a Dornbusch.
Las advertencias de Dornbusch no son las únicas que pueden utilizarse para destruir la versión política de Salinas de que la devaluación fue culpa de Jaime Serra y Ernesto Zedillo. El FMI reunió tres vertientes de la devaluación mexicana de 94: choques políticos internos y económicos externos, déficit en la cuenta corriente y sobrevaluación del peso y errores de política económica entre la política monetaria y la política cambiaria. Estas tres expresiones se dieron antes del 20 de diciembre.
Y el Banco Mundial, en un anexo de su reporte de 1995, culpa al déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, provocado por la creciente sobrevaluación del peso, llegó a niveles insostenibles en 1994. Asimismo, critica los Tesobonos de Salinas-Aspe y la inversión especulativa.
Los análisis que responsabilizan a Salinas de la devaluación de 94 son mayores. Está, por ejemplo, el artículo publicado por Lawrence Summers, subsecretario del Tesoro en 1994 y secretario del Tesoro del presidente Clinton, en The Economist a finales de 1995: "Summers en México: diez lecciones que aprender". Summers explicó su segunda lección: no es posible sostener políticas insostenibles. Y se refirió claramente a que "la combinación específica de la política monetaria y la política cambiaria no fue acertada". También señaló el dato de ocho por ciento del PIB en la cuenta corriente de la balanza de pagos. Y se refirió a los "bonos polizones", como los Tesobonos que inventaron Salinas y Aspe, como desquiciadores del equilibrio económico.
El punto clave de la crisis fue la sobrevaluación del peso, el porcentaje de diferencial inflacionario México-EU: 12% en 1992, 16% en 1993 y 10% en 1994. El dólar se convirtió en el producto más barato. Ello tenía que ver con el diferencial inflacionario de México con Estados Unidos: 3.8% promedio anual en EU y 16% en México. Este diferencial, en un escenario de apertura comercial, propició la dolarización. Y si a ello se añade un entorno crítico de miedo en donde el presidente Salinas perdió el control del país, el saldo no podía ser menor que la herencia de un país colapsado.
Las fallas, pues, fueron de Salinas. Lo escribió Rolando Cordera, ex izquierdista, promotor salinista, neo izquierdista y hoy lopezobradorista, en su texto "Viejos y nuevos paradigmas: el papel político de las ideas económicas en el cambio estructural 1982-1994", el largo periodo de los gobiernos de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas:
"El cambio estructural en México estuvo guiado, desde el principio, por una posición doctrinaria consistente con la ortodoxia económica, respondió claramente a ciertos intereses económicos nacionales y extranjeros, pero nunca se basó en un análisis objetivo ni de los aciertos y deficiencias de la estrategia de desarrollo anterior, ni mucho menos de las posibilidades reales de aplicación de la nueva estrategia a la realidad económica y social mexicana. Las insuficiencias del modelo son atribuibles a este vicio de origen y no a las reformas que falta para profundizar el cambio estructural".
De ahí que la paternidad de la crisis de 1994 y de la devaluación del 20 de diciembre tenga como responsable directo a la política económica de Carlos Salinas y a su decisión política de no devaluar en febrero para no manchar su historial político. El error de Zedillo fue aumentar las tasas de interés para evitar más fuga y, sobre todo, proteger a los bancos y no a los ciudadanos.
III
Y el último elemento que llevó al presidente Carlos Salinas en 1994 a posponer la devaluación como producto del desorden de su política económica fue la ambición de dirigir la Organización Mundial de Comercio.
Salinas tenía claro que su boleto para la OMC estaba justamente en la promoción de una apertura comercial rápida y benéfica para el extranjero y en una estabilidad forzada de las variables de la política económica. Salinas decidió buscar la dirección general de la OMC a finales de 1993 y anunció su decisión en junio de 1994. Por eso no podía devaluar el peso. Sería su gran derrota como economista neoliberal de nivel internacional.
Lo malo para Salinas fue la inutilidad de su estrategia: condenó al país a una devaluación caótica y el daño adicional del alza en las tasas de interés y retiró su candidatura a la OMC en marzo de 1995 por la aprehensión de su hermano Raúl por el asesinato de su ex cuñado José Francisco Ruiz Massieu.
La OMC iba a ser la coronación de la carrera de Salinas. Y si hoy critica severamente al Consenso de Washington, Salinas aplicó puntualmente los diez puntos de ese modelo de globalización neoliberal. Y lo que no quiere reconocer ahora --ni refiere por equivocación en su libro-- es que la OMC es parte estructural de la Santísima Trinidad del modelo neoliberal del Consenso de Washington: Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y OMC.
En una extraordinaria cronología puntual y minuciosa de 1994 de Manuel Aguirre Botello, en el sitio www.mexicomaxico.org/Voto/Crono94FP.htm, la historia de Salinas ante la crisis se cruza con su ambición de crear un maximato presidencial a través de Pedro Aspe y Arsenio Farell en el gabinete de Zedillo y el propio Salinas con el poder sobre el proyecto de liberalización comercial desde la dirección de la OMC. El 8 de junio de 1994 se filtró la información de que Salinas buscaba la OMC, el 18 de junio en Cartagena surgió la propuesta formal, el 9 de septiembre se tambaleó la nominación y el 12 de noviembre salió la propuesta formal de Estados Unidos.
La decisión de no devaluar ocurrió ese 12 de noviembre y no el 20. Hacia mediados de noviembre la situación del tipo de cambio era insostenible. El 20 de noviembre ocurrió la reunión en la casa de Salinas para resistir las presiones a la devaluación. Los argumentos de Aspe y Salinas, a posteriori, pueden ser convincentes. Pero el elemento secreto fue la ambición de Salinas de llegar a la dirección de la OMC aun pasando por la manipulación de la política económica. Salinas no le podía fallar al interés de EU de colocarlo en la OMC.
Por tanto, se siguen acumulando evidencias de que la responsabilidad de la devaluación de diciembre de 1994 fue de Salinas y que esa decisión no fue "el error de diciembre", sino el error de 1994. Para remachar la acreditación de cargas, un análisis del 2007 de la Fundación Rafael Preciado del PAN concluyó que Salinas cometió cuatro errores:
1.- Evitó la devaluación por cuestiones electorales.
2.- No negoció adecuadamente con el PRD.
3.- Eludió la devaluación para que el tratado de comercio libre fuera ratificado por el Congreso de EU.
4.- Y creyó que la inestabilidad económica de México era de corto plazo.
En "La crisis económica de 1994", estudio 273 de la Fundación del PAN, se recuerda que del 3 al 21 de noviembre, el periodo más duro de la especulación, el Banco de México perdió 3 mil 677 millones de dólares. Por tanto, los análisis de Salinas y de Aspe en la reunión del 20 de noviembre fueron manipulados para atenazar a Zedillo, cortarle margen de maniobra y chantajearlo con una devaluación en su nueva administración si no aceptaba ratificar a Aspe en Hacienda.
Los datos de la fuga de capitales en las tres primeras semanas de noviembre confirmaban las versiones de que la crisis de confianza era contra Salinas. Zedillo cometió a su vez dos errores: no pudo ofrecer confianza con su gabinete --presionado por el continuismo de Salinas-- y operó lentamente la devaluación.
Mañosamente, Salinas esconde datos que deben incluirse en el análisis de la devaluación. Dos fueron importantes: hacia finales del año, la Fed de Estados Unidos, el temible y dañino Alan Greenspan, aumentó las tasas de interés a lo largo del año de 3% a 5.5% y los capitales se fueron a EU; y el 19 de diciembre el EZLN movilizó tropas, ocupó posiciones nuevas. Ese día cayó 4.25% la bolsa, subieron los Cetes. Y al día siguiente se movió 15% la banda superior de la tasa cambiaria, pero sin mover las tasas de interés y subiendo los salarios. La economía se salió de control.
Agobiado por el peso de la historia, Salinas publicó un libro para vengarse de su sucesor, pero también para engañar a los lectores. La devaluación del 20 de diciembre de 1994 fue decidida y operada por Zedillo, pero sobre la herencia de Salinas de una economía quebrada. Salinas le dio más importancia a su ambición de dirigir la OMC que a manejar la política económica con responsabilidad. Y los mexicanos siguen pagando esos platos rotos.
IV
La crisis financiera de 1994-1995 tuvo, además de la responsabilidad de Carlos Salinas, la corresponsabilidad de Pedro Aspe como secretario de Hacienda. Aspe cometió el error de menospreciar el papel negativo de la cuenta corriente de la balanza de pagos y privatizó los bancos por intereses políticos y no de eficiencia.
En su libro El camino mexicano de la transformación económica, una especie de propuesta como precandidato presidencial en 1993, Aspe se enorgulleció de una propuesta novedosa dentro de la teoría económica: el fin del déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos como factor de crisis y su transformación en lo que llamó pomposamente el "nuevo mecanismo de transmisión".
Pero la crisis de 1994 fue detonada, entre otros factores, justamente por el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos. Así lo establecieron Shahid Javed Burki y Sebastian Edwards, el primero vicepresidente para América Latina y el Caribe del Banco Mundial y el segundo economista en jefe de esa vicepresidencia. En su estudio "Latin American after Mexico: quickening the pace", de junio de 1996, concluyeron:
"La principal razón de la crisis del peso mexicano (en 1994) fue el insostenible déficit en la cuenta corriente, financiada con ingresos de capitales de largo plazo".
Paradójicamente, para los autores el aumento en el déficit en la cuenta corriente fue producido por el "éxito" en las reformas mexicanas. El capital externo ayudó a financiar el boom económico del salinismo y en 1994 contribuyó a una expansión del gasto público, ante una caída del ahorro interno.
La estrategia de Aspe-Salinas era convertir al déficit en la cuenta corriente en el pivote del desarrollo. Por eso el saldo en ese déficit pasó de 5 mil 800 millones de dólares en 1989 a casi 30 mil millones de dólares en 1994. Esa escandalosa cifra tuvo que estallar en un sobrecalentamiento de la economía, en una presión inflacionaria y en la devaluación de diciembre de 1994.
En su libro de precampaña presidencial, Aspe estableció que en el pasado el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos era sinónimo de crisis: "era el resultado de una economía sobrecalentada e impulsada por un mayor gasto gubernamental y financiada con un endeudamiento externo cada vez mayor". A este esquema Aspe le llamó el "viejo mecanismo de transmisión".
Con orgullo, Aspe presentó en sociedad, en 1993, su "nuevo mecanismo de transmisión": "la secuencia va de mejores oportunidades para invertir --derivadas tanto de los cambios en las expectativas como de una mejoría real en las condiciones económicas "objetivas"-- hacia una mayor inversión privada financiada por la repatriación de capitales, flujos de inversión extranjera directa y complementada también con el ahorro interno adicional".
El esquema teórico estaba basado en suposiciones, muy al estilo de los economistas: "supongamos una realidad dada...". El análisis de los funcionarios del Banco Mundial reveló una caída del ahorro interno de 22% del PIB en 1989 a 12% durante el trienio 1992-94. Para Aspe, en su libro, la reforma económica y financiera salinista se reflejaría como factor de auge en la balanza de pagos y en los mercados financieros, pero en realidad fue al revés: el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos de 1994, de casi 30 mil millones de dólares, necesariamente llevaría al país a un colapso devaluatorio.
En este contexto, la argumentación de Salinas de que la devaluación se contendría con una reafirmación del pacto con los sectores productivos es una prueba más de su incapacidad económica. Y de paso, el papel detonador de una crisis devaluatoria de la cuenta corriente de la balanza de pagos echó por tierra el modelo teórico de Pedro Aspe del "nuevo mecanismo de transmisión". Y al final de cuentas, el déficit, la crisis y la devaluación de 1994 demostraron que la estructura económica de México siguió siendo la misma.
Por Carlos Ramírez
Post RLB Punto Politico.