Convertido en el Sancho
Panza del quijotesco López Obrador, el senador petista Manuel Bartlett Díaz
finalmente ha reconocido que en 1988 sí hubo fraude electoral contra Cuauhtémoc
Cárdenas, de acuerdo con una entrevista publicada el domingo pasado en La
Jornada.
Para el entonces secretario
de Gobernación y presidente de la Comisión Federal Electoral, el fraude de 1988
no se cometió en las urnas ni en el conteo de voto sino en la negociación con
el PAN del voto a favor de Carlos Salinas de Gortari en el Colegio Electoral.
Sin embargo, lo que se
negoció con el PAN no fue el resultado del 6 de julio sino la calificación en
el Colegio Electoral. El fraude ocurrió cuando se “cayó” el sistema de cómputo
de la CFE la noche del 6 de julio para permitir el acomodo de votaciones a
favor de Salinas y en contra de Cárdenas. La operación directa fue de Bartlett
y los responsables salinistas el entonces superasesor Joseph-Marie Córdoba
Montoya y el secretario electoral priísta Patricio Chirinos.
A cambio de aprobar la
elección de Salinas decidida en la CFE de Bartlett, el PAN, Luis H. Alvarez
negoció una reforma política y la concertacesión de las gubernaturas de Baja
California y Guanajuato. Sin embargo, esas negociaciones se iniciaron cuando
Bartlett era el responsable político del gobierno de Miguel de la Madrid y en
el escenario de que el propio De la Madrid autorizó las autorizó, por lo que
Bartlett fue cómplice de esa cesión de espacios de poder al PAN. Y las entregas
de gubernaturas ocurrieron cuando Bartlett era secretario de Educación Pública
del Salinas ejerciendo una presidencia, de acuerdo con las hoy palabras de
Bartlett, producto del fraude electoral.
Lo que menos puede clamar
Bartlett es su inocencia. En 1986 organizó, junto con Elba Esther Gordillo, el
fraude electoral en Chihuahua para impedir la victoria del candidato panista
Francisco Barrio Terrazas. El fraude fue tan burdo, que intelectuales de todos
los grupos --entre ellos Octavio Paz, Carlos Monsiváis, Héctor Aguilar Camín y
Enrique Krauze-- exigieron la anulación de las elecciones.
En una cena con algunos de
los veintiún intelectuales, cuenta Enrique Krauze en La presidencia imperial,
Bartlett dijo que “era imposible ceder a su petición (de anulación) porque la
victoria del PAN en Chihuahua abriría las puertas a tres enemigos históricos de
México: la iglesia, los Estados Unidos y los empresarios”. El problema en
Chihuahua, era el razonamiento de Bartlett, no era el fraude sino el papel
ideológico y político del PAN, a pesar de que hubo pruebas suficientes sobre
las irregularidades electorales. Ahí se acuñó el argumento de Bartlett en pocas
palabras: un fraude patriótico.
En su entrevista con La
Jornada, Bartlett vuelve a confundir a los lopezobradoristas que lo llevarán al
Senado el próximo primero de septiembre: “si alguien hizo presidente a Salinas
de Gortari no fui yo, sino el PAN que lo avaló en el colegio electoral”. Sin
embargo, sin las cifras trampeadas en las computadoras de la CFE de Bartlett,
en realidad Salinas nunca hubiera llegado al Colegio Electoral. Por tanto, el
responsable directo de la entronización de Salinas es Bartlett, el hoy flamante
senador lopezobradorista.
Y el problema de Bartlett es
mayor por el hecho de que fue candidato del PRD-PT-Convergencia a la elección
de senadores en urnas el domingo pero quedó en tercer lugar, aunque jugó a la
segura como primero de lista a senadores plurinominales por el PT. Sin embargo,
Bartlett declaró oficialmente que hasta el momento de al elección no había
renunciado al PRI, por lo que su priísmo lo hace cómplice del PRI por las
acusaciones de López Obrador. Al final, Bartlett ya perdió la brújula de
lealtades políticas.
Lo realmente importante de
la declaración del domingo de Bartlett fue que finalmente aceptó el uso de la
palabra fraude para caracterizar la operación política que puso a Salinas de
Gortari en la presidencia de la república en 1988. En declaraciones a Jorge G.
Castañeda para su libro La herencia, Miguel de la Madrid contó que Bartlett le
informó que las primeras cifras daban adelantado a Cárdenas y, le dijo
Bartlett, “no puedo dar esas cifras
porque estarían muy ladeadas, y aunque después sigan las cifras de otros
estados en donde creo nos podemos vamos a recuperar, si damos desde un principio
la tendencia a favor de Cuauhtémoc, después no nos van a creer”.
Lo significativo de las
palabras de Bartlett que contó de la Madrid es el uso del “nos” que implicaba
su función como priísta. Lo repetiría más tarde; dijo De la Madrid que Bartlett
estaba confiado en remontar las cifras adversas: “cuando nos lleguen los
estados muy priístas, como Puebla, Chiapas y otros, allí nos vamos a
emparejar”. Esta argumentación de De la Madrid lleva a la consolidación la
tesis de que Bartlett desconectó las computadoras en la noche para permitir la
llegada de votaciones de estados priístas y así ayudar a Salinas a no permitir
que en ningún momento Cárdenas se colocara arriba de Salinas. Bartlett sugirió
ocultar información y de la Madrid lo aceptó.
Los fraudes de Chihuahua en
1986 y presidencial en 1988 son hijos del mismo venero político del PRI y los
dos tienen hilos de poder hacia Bartlett como secretario de Gobernación en del
gobierno de De la Madrid. Luego de que los intelectuales pidieron anular
elecciones, Bartlett fundamentó los argumentos del “fraude patriótico”, aunque
en 1992, con Salinas en la presidencia, Barrio finalmente ganó la gubernatura,
mientras Bartlett pactaba con el superasesor salinista Córdoba Montoya la
gubernatura de Puebla por el mismo PRI que había sido derrotado en Chihuahua,
eso sí, por dedazo y sin pasar por elección interna.
Por tanto, la candidatura de
Bartlett al gobierno poblano fue hija del fraude de Bartlett a favor de Salinas
y del pacto del PAN para entronizar a Salinas. O sea: Bartlett les debe su
carrera política a Salinas, al PAN y al fraude de 1988.
Por Carlos Ramírez
Post. RLB. Punto Político.
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